viernes, 20 de julio de 2012

Incertidumbre...

Me cuesta respirar...
Quizá, quizá este sea mi último aliento.

Puedo verlo, su sonrisa. Ríe, mi sufrimiento lo hacer reír. El brillo de sus ojos al ver mi sangre, ese brillo es inigualable, esa satisfacción que transmite al verme ahí, tirada, suplicando por mi vida. 
Camina a mi alrededor, se inclina para verme más cerca; el tiempo se detiene, puedo sentir su respiración sobre mi piel, no puedo moverme. Voy a morir. 
Cierro mis ojos y escucho su respiración cerca de mi oído, puedo notar su sonrisa burlona, puedo sentir su mirada atravesando mi cuerpo, observándome escrupulosamente, cada detalle. El corazón se me congela. Se levanta, camina alrededor de la habitación; la lluvia golpea contra la ventana, los truenos retumban en mis oídos. Me punza la herida, pero aún siento como la sangre sale a borbotones, hace frío, me estoy congelando. 

Tantas cosas que había hecho por él, todo el amor que le profesaba, todo eso para nada, él jamás me había querido, los recuerdos se abruman en mi mente, las lágrimas se juntas en mis ojos, no, ya no hay lágrimas no tengo fuerzas ni para llorar, ya no hay nada.


Ilusa... 
Tonta... 
¿Por qué me había dejado llevar? 

Comencé a jadear, ya no podía respirar, el aire no entraba, aspiraba, abría la boca desesperada por conseguir algo, un poco, tan sólo un poco, sentía el sabor de la sangre recorrer mi garganta, ya no podía tragar y luego, luego nada. Perdí la conciencia. Estaba muerta.


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