martes, 29 de abril de 2014

Mariposas de celofán...

Ella me extendía su mano, me sonreía, podía verme reflejada en sus ojos, pero yo no podía moverme, por más que intentaba, mi cuerpo simplemente no respondía.

- Tranquila, no te haré daño, estás a salvo ahora, yo cuidaré de ti.

Quería decirle lo agradecida que estaba, pero las palabras no salían de mi boca, me poso sobre sus delicados dedos y me dedico otra sonrisa, jamás había visto semejante criatura, tan llena de luz, resplandeciente como sí su piel estuviera llena de pequeños cristales.

- Sí, sé que te han hecho daño, sé lo que eso sé siente, pero no tengas miedo, de ahora en adelante nada malo te pasará.

Por fin un sonido salió de mi boca, no era lo que yo esperaba, pero parecía que ella lo entendía.

- De nada.

Intenté abrir mis alas, pero no pude, estaban muy lastimadas, aquellos extraños seres me habían echado algo encima y ahora no podía volar, la desesperación comenzaba a apoderarse de mi, ¿cómo voy a ser una mariposa sí ya jamás podré volar? Podía ver el cielo arriba de mi, ese lienzo inmenso pintado de color azul celeste con unas cuantas pinceladas blancas que aquellos seres llaman nubes, podía ver también el sol, inmenso sobre mi, y tan sólo pensaba en que ya nunca podría surcar por esos lares, que ahora estaría amarrada a la tierra. La extraordinaria criatura me dejo sobre la rama de un pequeño árbol.

- A mi también me cortaron las alas

Yo no entendía, ¿ella también era una mariposa? Pero sí era tan grande y parecida a aquellos seres que destrozan mi mundo.

- Yo solía volar, claro, de una manera muy distinta a la tuya, yo creaba pensamientos que me elvaban, que me hacían feliz, que me hacían pensar que nada era imposible pero a la gente no le gusta eso, dicen que es peligroso que alguien sea distinto, me enseñaron que estaba mal lo que hacía, que existían cosas prohibidas para mi alcance, que las cosas que mi imaginación me enseñaba sólo eran sueños inalcanzables, poco a poco mis alas sé fueron deshaciendo hasta el punto donde ya no existían más 

Bajo la mirada, y pude notar como sus ojos se llenaban de agua, quería decirle que todo eso era mentira, que ella podía lograr lo que quería, que era el ser más magnífico que jamás había visto, que ella era diferente y que eso no estaba mal, deseaba borrar la tristeza de su vida, dejarle solamente la felicidad que sé que merecía, sí, yo acababa de conocer a la chiquilla y aún así podría sacrificarme por ella, aún sí mi sacrificio era nada, porque nadie extrañaría a un ser como yo, un ser inútil, limitado solamente a huir del peligro, no era capaz de hacer nada sin mis alas, no podía hacer nada por ella, aún después de todo lo que hizo ella por mi. Acerco su rostro hacia mi, y pude tocar su nariz con mis antenas y sólo un roce bastó para que unas alas bellísimas brotarán de su espalda, comenzó a elevarse entre mil colores distintos, sus lágrimas ahora mostraban alegría, esperaba que ya jamás llorará de nuevo... Pude sentir como mis fuerzas se desvanecían, como lentamente me costaba respirar más, como la luz cada vez era más oscura, valía la pena todo ese pequeño sufrir por verla volar otra vez, valía la pena sí ella me sonreía una última vez...

jueves, 17 de abril de 2014

Una chica inusual...

Jamás creí conocer a nadie como ella, aún recuerdo la primera vez que la vi, como el sol amablemente iluminaba su rostro y le daba ese brillo especial a su piel tan blanca como la porcelana, la veía tan frágil en aquella delgada estructura. Las nubes ocultaban a ese gran ser que ilumina la tierra y sin embargo el dejaba escapar algunos rayos que le brindaba un brillo especial, como sabiendo lo extraordinaria que ella era, podía ver sus ojos a través de sus lentes, esas puertas que encerraba millones de secretos detrás de una dulce mirada y una sonrisa espectacular, podía ver su cabello recogido y la manera en que algunos de ellos, rebeldes, caían a lado de su cuello, tentados a rozar sus hombros, así, también podía observar su flequillo que tenía esa manera tan particular de enmarcar cada facción haciéndola lucir aún más resplandeciente, veía esos tonos tan extraordinarios en su cabello, un rosa que me recordaba algodón de azúcar y que inmediatamente me traía a mi pensamiento un día lleno de alegría y diversión; ese verde que quizá en un tiempo fue azul y que aún dejaba escapar algunos destellos del color del mar profundo juguetones en las puntas.

Sí, sin duda era alguien fuera de lo usual, alguien a quien anhelaba conocer. 

Pude escuchar su voz por primera vez, y como encajaba perfectamente en su imagen, sus palabras, que parecía, hacían flanquear mis rodillas; pude ser capaz de rozar su piel con un gentil saludo y por un momento juré estar en el cielo y que un ángel había acudido a mi encuentro. 

Ella era particularmente hermosa y no, no me refiero a la belleza convencional, ningún estereotipo podría encerrarla, ella era bella por cada pensamiento que recorría su cabeza, por cada palabra que, con sentido, salía de su boca, tenía ese tipo de belleza que pocos rara vez aprecian, donde sus ideas no sólo quedaban ahí, sino que trataban de volar y cobrar fuerzas para vivir, era justo el tipo de persona que creí que no existía y que sin embargo ahora estaba parada justo enfrente de mi, tan cerca, y aún así era una persona a la cual sólo podría contemplar de lejos, sin hacerle saber todo lo que en mi había provocado, todas las sensaciones nuevas que había creado, todo el caos que ahora yacía dentro de mi, y todo con tan sólo una sonrisa, no era capaz de imaginar lo que sería capaz de lograr si dedicase su atención a mi.

Pero tristemente un pensamiento nubló toda mis aspiraciones, ella no sería mía, le pertenecía al mundo, donde pudiera cambiar todo lo que deseaba y obtener cualquier cosa con tan sólo dedicar una mirada.

No, ella no podía ser peligrosa, aún sí bien sé que la más bella de las criaturas puede ser la más temible de todas, yo sabía que ella era inocente, podía notarlo en sus ojos, en esos profundos ojos que me invitaban a ser parte del mundo de aquella extraña joven...