domingo, 11 de mayo de 2014

Dulces sueños...

Necesitaba correr más rápido, pero mis piernas ya no daban para más, necesitaba ¿escapar? ¿Por qué estaba corriendo? ¿Cuanto tiempo llevaba así? ¿Cómo es que alguien puede estar haciendo algo y no darse cuenta de ello? ...

Quise detenerme, recordar, pero la simple idea me aterraba, "sólo sigue corriendo" me dije a mi misma, no podía ver claramente, estaba oscuro, estaba inmersa en un gran bosque, rodeada de árboles y plantas que no conocía, las grandes ramas no me dejaban ver el cielo, no estaba segura de sí era de día o si la noche había ocupado su lugar, ¿como había llegado ahí? Quizá debía contemplar un poco más lo que me rodeaba, así podría descifrar el nombre de aquel sitio, pero no podía detenerme, de aquello dependía de mi vida, o al menos eso me decía mi instinto.

No, ya no podía más, cada bocanada de aire quemaba mi garganta, sentía que mis pulmones compasarían en cualquier momento, que caería sin más, necesitaba parar, mis piernas me lo rogaban, pero mi mente desechaba la idea precipitadamente, ¿había alguien detrás de mi? No podía voltear, sólo andaba sin rumbo, a ciegas, sin razón alguna, como sí todo esto fuese una de aquellas malas películas de terror que me gustaba ver, correr, eso era en todo lo que mis pensamientos se centraban, y entonces sentí un tirón, alguien jalo mi pierna izquierda y caí sin más, algunas ramitas, lodo, hojas y quizá un par de insectos se plasmaron en mis manos y brazos, sentía que me arrastraban, buscaba algo de que sostenerme, de que agarrarme, nada, no había nada, eso era todo, hasta ahí había llegado mi vida, sin explicaciones, sin razones, sin lógica, cerré mis ojos deseando estar en aquella planicie que tanta calma me brindaba, ignorando el enorme dolor que unas garras habían brindado a mi pierna, imaginé eal viento jugando con mis cabellos, recordé el sol cubriendo cada centímetro de mi ser, el roce del pasto con mis dedos y las plantas de mis pies...

¡Claro! Ya recuerdo todo, yo huía, huía de la muerte, de aquel ser magníficamente vestido con una tela negra, del contraste con lo blanco de su piel, con cabellos oscuros cayendo sobre sus hombros, unos ojos profundos sin expresión, un labial rojo carmín sobre unos labios exquisitos, sí, la muerte no es como lo esperaba, bien podría haber sido un ángel vestido oscuro, pero la sonrisa, esos dientes, la forma en la que me miraba, tenía que huir de ahí, y así comencé a correr, sin rumbo, pero no sirvió de nada, ahora sólo queda rendirme ante ella, ante su belleza tan absoluta; dejo escapar un último aliento, ya nada queda ahora, cierro mis ojos y todo desaparece a mi alredor, siento un beso posarse sobre mis labios, después de todo, siempre me dijeron que el amor era cometer suicidio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario